Marrakech:
Marrakech es una de las ciudades más importantes de Marruecos. Cuenta con un millón y medio habitantes y está al sur del país, al pie del Atlas, a 466 m de altura. Posee numerosos monumentos patrimonio de la Humanidad. Marrakech fue fundada en 1062 por Youssef Ibn Tachfin, primer emir de la dinastía bereber de los almorávides. La ciudad nació como avanzadilla, primero militar y luego comercial, para garantizar a la tribu la supremacía sobre una región de fundamental importancia estratégica, puesto que por la zona pasaban las rutas de caravanas hacia el África negra a través del Sahara. Marrakech se convirtió en una gran capital amurallada con exuberantes jardines y magníficos palacios y mezquitas, de los cuales hoy por desgracia no queda nada, a excepción de la pequeña Koubba Ba’adiyn.
La arquitectura almohade produjo grandes obras, como la Mezquita Kutubia y la mezquita Kasbah, la monumental Bab Agnau y los jardines de la Minara. Mientras, la ciudad se convertía en un faro de la cultura islámica, atrayendo célebres pensadores y literarios de todo el mundo árabe. Pero después de un siglo de dominio, también la luz almohade se apagó. Marrakech volvió a ser capital tres siglos más tarde, cuando la tribu de los saudíes, proveniente del sur, destituyó a los benimerines y, en 1549, trasladó de nuevo la corte a la ciudad. Le siguió un período de gran crecimiento y esplendor, que hizo de Marrakech una de las ciudades más pobladas del mundo árabe, llena de espléndidos palacios, entre los que destaca el de Badi.
Es la ciudad vieja, protegida por un cordón de bastiones hechos de tierra roja que encierran un laberinto de callejuelas y palacios, mercados y mezquitas, cúpulas y minaretes. La Medina de Marrakech ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1985, siendo actualmente uno de los lugares de visita obligada. Su corazón es la gran plaza Jamaa el Fna, al norte de la cual se abre el laberinto de los Suks (mercados tradicionales, a menudo descubiertos). Siguiendo hacia el norte se encuentran la mezquita y madraza de Ben Youssef y el Museo de Marrakech.
Al sur de la plaza, en cambio, a lo largo de los siglos se han instalado los gobernantes de la ciudad. Hoy la zona está dominada por el Palacio Real, erigido sobre las ruinas de los precedentes palacios almohades, que ocupa una vastísima área rodeada de murallas (la llamada kasbah, que significa ciudadela fortificada) y no está abierto al público. Pero se puede visitar el palacio de la Bahía y de Dar Si Said, construidos en el siglo XIX por dos visires de los sultanes y las imponentes ruinas del gran palacio Badi
Marrakech es hoy la ciudad internacional de Marruecos, con una comunidad de expatriados (extranjeros que viven permanentemente aquí) en continuo crecimiento. Los pioneros fueron los millonarios de los años veinte y treinta, seguidos por artistas e intelectuales de los años sesenta entre extravagancias y fiestas psicodélicas.
Nació en aquellos años el mito del Marrakech exótico y bohemio que arrastró a la generación sucesiva de extranjeros, que desembarcó en la ciudad a partir de los años ochenta. Algunos de ellos decidieron trasladarse a vivir a la Medina, recuperando antiguos edificios en plena decadencia.
El fenómeno de los europeos en la Medina en un primer momento era algo esporádico, pero a mediados de los noventa estalló el boom, con la contribución determinante de un programa de la televisión francesa que explicaba cómo en Marrakech, con el dinero de un pisito en París, se podía comprar un «riad«, un verdadero palacete, y vivir a lo grande. Hoy tener casa en Marrakech es un sueño cada vez más dificil y caro. Los precios han subido, aunque siguen siendo inferiores a los de las grandes ciudades europeas y americanas
Aunque la Medina ha sido declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad no existen todavía normativas rígidas para conservar el patrimonio histórico y arquitectónico. Por ello, se está reforzando un movimiento de opinión preocupado por el riesgo de un expolio moderno. Y luego está la no menos importante cuestión del respeto hacia la cultura y la sensibilidad de los residentes del lugar. Pero el camino parece marcado y el futuro de la ciudad se dirige cada vez más hacia el turismo y el mundo exterior.